miércoles, 29 de abril de 2009

mi tatuaje de una rama de ciruelo

Hijos de la persecución, de la infancia donde hablaban de la guerra mientras ella tomaba la sopa con sus volados de nena.
Hablaban de la guerra con nombres propios con nombres conocidos, había recuerdos de otros países, donde la nieve era la sobredosis de los campos.El menú de la sopa de remolacha polaca no coordinaba con la milanesa del barrio de Almagro.
Ella siempre se intereso por esas historias, quería socavar las raíces viscosas de los recuerdos mas lejanos , para volverlos folclore para volverlos cuento.Así podría no tener miedo de un futuro cercano, un futuro posible de repetirse.Ella le tomo odio a las marcas en la piel, le tomo odio a las matemáticas y a sus números, que apenas sabia desde que había empezado pre escolar en marzo.
Alineaba los números en brazos de los abuelos de sus amigas y formaba un laberinto ondulado que le turbaba la mente.Los tatuajes le dolían la vista, y por eso busca toda respuesta posible a ellos cuando los amigos de sus hijos los tenían. Para ella la marca en la piel seria una manera de que me identifiquen facilmente, de ser un blanco reconocible, como la cicatriz de un convicto.
Ella es hija de la persecución, no quiere verme tatuada, prefiere que coma milanesas y que nunca me mude del barrio.

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